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El regreso de Saturno, de Renée de Pedro (2022)
En la bóveda celeste se escuchó hace más de dos mil años el canto de Saturno enamorado de Venus. Con una tormenta de azufre y mercurio, llegó después de rozar con Júpiter, Marte y la Tierra para descansar en las costas del planeta de lo bello. Como teléfono descompuesto los planetas intermedios confundieron el canto de amor. Júpiter melancólico, se pensó atraído por la voz del planeta anillado, fundió sus 79 lunas para ofrendarle, pues qué es el amor si no un acto de fe; Júpiter ya lo sabía. 79 lunas como ofrenda a alguien que está enamorado de otro. Y aunque Saturno comenzó a responderle el gesto cada 20 años con su gran conjunción, los otros planetas observaron cómo la pérdida de los satélites deformó las capas más superficiales de aquél gigante. A Júpiter lo deformó el amor.
Marte, más árido y aguerrido peleó consigo mismo para no seguir las melodías que emergían de su lejano vecino, por lo cual, tuvo que cambiar su aroma, su color, oxidando cada una de sus partes, y así tomar ese color con el que se le conoce ahora.
La tierra, con sus campos hídricos, se ilusionó con el sonido, quiso ser ese sonido, dejó que el sonido penetrara en los más profundo de su corteza, generando las primeras erupciones volcánicas, que se dice, duraron décadas, siglos, hasta que un día entendió que el canto no era para ella. Al darse cuenta de esto, se dice, entró en un periodo de congelamiento, pensando imposible volver a sentir lo que aquél canto le había ocasionado.
Se rumora que Venus, receptor original de la música, generó en sí las dos fuerzas que darían inicio a la energía encapsulada en cada ser con ánima, el eros mismo reinaba entre los volcanes y el azufre de la corteza venusina. Forjó en sus minas más profundas el hierro, para hacerlo escapar en repetidas ocasiones en su forma más líquida, y dejándolo enfriar para generar una dura y gruesa superficie, haciendo de igual manera de dura y gruesa cada expresión de su misma energía erótica.
Finalmente, Saturno recibió una respuesta, no sólo de Júpiter, Marte y la Tierra, sino también de Venus mismo. Venus se encargó de silbar hacía él la respuesta a su canto, y este viento regresó por el mismo camino que había recorrido aquella primera música, pasando de igual manera por los planetas intermedios. La Tierra, de núcleo blando, recibió el silbido y lo acogió en cada uno de sus habitantes, haciéndolos a todos esclavos de sus deseos sexuales y amorosos. Marte logró esquivar nuevamente el rumor del viento, sin tanta pelea, sin tanta lucha. Pero Júpiter no fue tan afortunado, el viento venusino removió su superficie sólida, haciéndola más blanda, volátil y efímera, y a partir de ese momento, se volvió un planeta como una nebulosa de gases: hidrógeno, helio y argón.
Dicen, que este intercambio duró por todos los tiempos, y que siguió confundiendo a aquellos que se encontraban en medio. Dicen, que este canto sucede todos los días del universo, que varios planetas se han visto engañados por su magia y consonancia, que el Sol mismo, se ha visto engañado, incluso Plutón y Mercurio. Dicen, que los días de invierno, en los que Venus se acerca más a la Tierra, sus habitantes sienten la energía del hierro, se vuelven coléricos, amorosos e incontrolables; que es a causa del canto, que no sólo confunde planetas, sino también seres humanos.